Decepcionante film basado en una novela de David Ignatius, columnista del Washington Post, acerca de cómo un agente de la CIA logra dar con un peligroso terrorista, responsable de una serie de atentados internacionales. ¿Por qué decepcionante? Muy sencillo: cuando el reconocido Ridley Scott tiene a su cargo a intérpretes de la talla de Russell Crowe y Leonardo DiCaprio, las expectativas son altas, así que al descubrir que a mitad de metraje la película comienza a perder su interés, el inevitable resultado final son las contínuas miradas al reloj seguidas de exclamaciones del tipo "¡Pues sí que dura esto!".
La primera mitad de la película es de calidad. Narra una buena historia de espías ambientada en la actualidad, con el terrorismo como telón de fondo. No sólo observamos el arduo trabajo requerido para intentar desarticular células islamistas, sino también los juegos de poder llevados a cabo por los distintos Gobiernos involucrados en la investigación, hasta el punto de que nuestro protagonista, bien interpretado por DiCaprio, no sabe en quién confiar.
Hasta ahí la cosa iba bien, pero en el momento en que al bueno de Ridley se le empieza a notar que ha visto demasiadas veces la película de su hermano "Spy Game" (ésta sí que es fantástica) el film empieza a decaer hasta convertirse en soporífero. El guión introduce con calzador una historia de amor bastante inverosímil, para intentar crear el final de un relato que empezaba a complicarse con demasiadas historias secundarias girando en torno al argumento principal, lo que termina traicionando el espíritu realista del que estaba impregnada toda la primera hora. Y es que mientras en la mencionada película de Tony Scott, el jefe del protagonista (Robert Redford) y la chica de la que se enamoraba Brad Pitt (Catherine McCormak) eran personajes de gran calado, aquí poco pueden hacer Russell Crowe y Golshifteh Farahani con sus maltratados personajes, lo que invariablemente hace decaer muchos enteros toda la producción.
Como es habitual en este tipo de superproducciones, la puesta en escena es magnífica dada la perfección exhibida a la hora de retratar el mundo de Oriente Medio pero, por muy bien envuelta que esté, la historia naufraga de forma importante, quedando muy por debajo de otros films similares y dejando en entredicho a un Ridley Scott que ahora mismo está muy lejos de sus míticas "Alien" y "Blade Runner".
La primera mitad de la película es de calidad. Narra una buena historia de espías ambientada en la actualidad, con el terrorismo como telón de fondo. No sólo observamos el arduo trabajo requerido para intentar desarticular células islamistas, sino también los juegos de poder llevados a cabo por los distintos Gobiernos involucrados en la investigación, hasta el punto de que nuestro protagonista, bien interpretado por DiCaprio, no sabe en quién confiar.
Hasta ahí la cosa iba bien, pero en el momento en que al bueno de Ridley se le empieza a notar que ha visto demasiadas veces la película de su hermano "Spy Game" (ésta sí que es fantástica) el film empieza a decaer hasta convertirse en soporífero. El guión introduce con calzador una historia de amor bastante inverosímil, para intentar crear el final de un relato que empezaba a complicarse con demasiadas historias secundarias girando en torno al argumento principal, lo que termina traicionando el espíritu realista del que estaba impregnada toda la primera hora. Y es que mientras en la mencionada película de Tony Scott, el jefe del protagonista (Robert Redford) y la chica de la que se enamoraba Brad Pitt (Catherine McCormak) eran personajes de gran calado, aquí poco pueden hacer Russell Crowe y Golshifteh Farahani con sus maltratados personajes, lo que invariablemente hace decaer muchos enteros toda la producción.
Como es habitual en este tipo de superproducciones, la puesta en escena es magnífica dada la perfección exhibida a la hora de retratar el mundo de Oriente Medio pero, por muy bien envuelta que esté, la historia naufraga de forma importante, quedando muy por debajo de otros films similares y dejando en entredicho a un Ridley Scott que ahora mismo está muy lejos de sus míticas "Alien" y "Blade Runner".
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