miércoles, 7 de abril de 2010

Furia de Titanes


Valoración: Regular

En una ocasión, un literato amigo mío me comentaba que, en lo que a libros se refiere, ya estaba todo inventado. Hablamos sobre la ocurrencia de Camilo José Cela en Cristo versus Arizona, de escribir toda la novela sin signos de puntuación (bueno, con uno, el punto del final). También hizo referencia a los juegos gráficos que propuso Cabrera Infante en Tres tristes tigres o al distinto uso del color en La historia interminable, en la que Michael Ende utilizaba el rojo para referirse a los momentos en los que Bastian entraba en Fantasía y el negro para el mundo real. Incluso se ha llegado a combinar cartas del tarot para narrar diferentes historias, típico de la novela combinatoria, como hizo Italo Calvino en El castillo de los destinos cruzados.

Todo lo que sea innovar me parece muy bien, pero al final, si la novela no tiene un argumento interesante y bien desarrollado, los recursos antes mencionados se quedan en meros juegos de artificio, bonitos envoltorios para tratar de ocultar la falta de talento, es decir, lo que ha hecho Louis Leterrier en Furia de Titanes.

Me esperaba más de Leterrier, teniendo en cuenta que, tras Danny the dog y Transporter 2, por fin supo aunar efectos especiales con una buena historia en El increíble Hulk (la de 2008, no confundir con la pésima Hulk de Ang Lee de 2003). El primer gran artificio es introducir el 3D en una película que no se había filmado con esta técnica, sino que se superpuso después. El resultado es francamente decepcionante, ya que a diferencia de las magistrales tomas de Avatar, aquí las tres dimensiones despistan más que otra cosa.

Siguiendo con los efectos, se nota el excesivo uso del ordenador. Una cosa es que ciertas secuencias no se puedan generar de ninguna otra manera y otras que el director no utilice la imaginación. ¿Qué habría sido de Indiana Jones en el templo maldito si en lugar de Spielberg, el realizador hubiese sido Leterrier? Secuencias como la del puente en el tramo final, habrían perdido toda la gracia.

Si una película que basa todo su fuerte en la técnica, obtiene un suspenso en efectos especiales, lo lleva crudo. Es aquí donde hablaremos de su facilón guión, que cuenta la misma historia que la película original de Desmond Davis de 1981, sin aportar nada nuevo (incluso diría que narra menos acontecimientos). Los diálogos, en muchos casos, podrían calificarse como suprimibles, ya que parecen escritos como mero vehículo de la chulería de algunos personajes. Por no hablar de su insatisfactorio final, con el que me extenderé en la zona spoiler.

Hablando de héroes de frases lapidarias: Sam Worthington no lo es. No voy a compararlo con los grandes en este apartado, como Schwarzenneger o Bruce Willis, porque queda incluso por detrás de Jason Statham, con el que ya trabajó Leterrier en Transporter 2. Worthington se ha hecho de oro al protagonizar Avatar, pero ni en la película de Cameron, ni en la infame Terminator 4, ni aquí, da la talla, ya que el tipo es músculos y poquito más.

He llegado a la conclusión de que la principal figura de muchas de las grandes superproducciones de hoy en día es el economista. Se efectúa un estudio de mercado para elegir al actor de moda de turno, al que se acompaña de modelos reconvertidas a actrices y grandes actores en roles secundarios (el maltrato que el guión depara a Ralph Fiennes y Liam Neeson es, como poco, insultante). Después se elabora un libreto que vaya en la línea de los últimos taquillazos (aparecen similitudes con El Señor de los anillos por todos sitios) se rellena con un montón de ruido y efectos, se narra de forma lineal y simplista, se apuesta por un final comercial y ¡hala! Taquillazo seguro.

¿Cómo vamos a esperar que los productores de hoy en día gasten dinero en la contratación de un buen guionista, si productos que descuidan la importancia de narrar una historia con el debido cuidado y la necesaria profundización en los personajes, como hace Furia de Titanes, arrasan después en taquilla?

Luego os extrañaréis de que cada día me guste más Clint Eastwood.

Zona Spoiler: Es preferible no leer lo que viene a continuación si no se ha visto la película.

El final de Furia de Titanes nos termina de descolocar. ¿Os imagináis que en el final de Troya, Brad Pitt (Aquiles) hubiera salido indemne y se hubiera quedado con la bella sacerdotisa con la que huía? No queda muy bien, ¿verdad? A Aquiles le dejan bien claro su destino: de ir a la guerra, sería largamente recordado en la historia, pero moriría; por el contrario, si se quedaba en casa, viviría feliz pero nadie lo recordaría. Aquiles toma la decisión de ser un héroe y la afronta con todas las consecuencias, muriendo al final de una herida en su talón.

A Perseo le sucede algo parecido: unas brujas le confirman que le espera la muerte si sigue empecinado en luchar como un humano. Hasta Zeus, por miedo a su muerte, le ofrece un lugar en el Olimpo. Pero, ¿qué sucede al final? Perseo, más chulo que nadie, se los carga a todos (incluido el temible cracken) sin sufrir el menor rasguño. Pero eso no fue del todo convincente, comercialmente hablando, para productores, director, guionista, economista o quien quiera que sea el culpable: Zeus baja a la tierra y resucita a una belleza para que el bueno de Perseo no pase sus días de mortal en soledad. O lo que es lo mismo: nos cargamos una de las partes más importantes en toda historia épica: afrontar un destino con todas sus consecuencias. Patético.

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