En 1975, Roger Corman produjo una película titulada "La carrera de la muerte del año 2000", un film bastante mediocre protagonizado por un joven Sylvester Stallone y por David Carradine. Ahora, treinta y tres años después, también con Corman en el proyecto, el director de "Resident evil" Paul S. W. Anderson, escribe y dirige un supuesto remake de la peliculita mencionada. ¿Por qué supuesto? Porque sólo es similar a la original en el título, ya que realmente parece una versión motorizada de "Perseguido" de Arnold Schwarzenneger.
El leit motiv del film es una feroz crítica hacia la televisión y hacia lo que ésta nos podría deparar en un futuro no muy lejano, bajo un contexto de crisis globalizada muchísimo peor que la que ahora mismo asola España (aunque haya quien intente hacernos creer que todo va bien). Para olvidar el paro y las penurias, una penitenciaría adquiere un contrato televisivo sobre brutales carreras de coches en las que todo vale, incluso el asesinato (es decir, el mismo problema que tuvo el fornido Arnold en "The Runing Man").
Anderson es un realizador especializado en películas de terror de dudosa calidad, pero todavía es peor director de acción, teniendo como referente la paupérrima "Mortal Kombat". Sin embargo hay que reconocer que ha sabido reinventar esta película para convertirla en un film más que aceptable dentro de este género: adrenalina a raudales, combates sangrientos, ritmo supersónico, tipos muy duros y bellezas muy atractivas... Es decir, un gran divertimento que no aporta nada nuevo, en definitiva, lo que la película prometía.
Hay un pequeño hilo argumental para hilvanar toda la parafernalia de violencia y destrozos repartidos por todo el metraje e incluso algún pequeño giro efectista, lo cual es de agradecer pues así da cierta sensación de película. Y es que el punto fuerte de toda la producción son sus impactantes efectos especiales con una factura visual de altura y ciertas reminiscencias a "The fast and the furious" y "Rollerball".
En el reparto son dos los actores que destacan por encima del resto. El primero, obviamente, el protagonista, Jason Statham, que sigue mostrándose como el joven padawan del gran Bruce Willis con papeles de tipo extremadamente duro y sarcástico, aunque sin llegar a la categoría del héroe de "La jungla de cristal". Statham se mueve como pez en el agua en un rol que le va como anillo al dedo, lo que dota al film de más diversión. El segundo es Ian McShane (el villano de "Deadwood"), que demuestra sus dotes en la interpretación al conseguir captar la atención del público siempre que aparece en pantalla, a pesar de ser un personaje secundario. Ahí radica la diferencia entre un buen actor y un auténtico paquete como Tyrese Gibson, enemigo acérrimo de Statham (serían Stallone y Carradine respectivamente en el film original) que no consigue sacar ningún tipo de chispa a su penoso personaje y eso que los malos son los que más juego dan en la gran pantalla.
Así pues tenemos acción, diversión, morbo y poco que pensar en una película a la que me cuesta calificar de remake no sólo por lo antes comentado, sino porque olvida por completo la parte más original del relato de 1975, donde el campeón era quien más peatones inocentes lograba atropellar durante la carrera. ¡Eso sí que fue una auténtica denuncia hacia la violencia en televisión!.
El leit motiv del film es una feroz crítica hacia la televisión y hacia lo que ésta nos podría deparar en un futuro no muy lejano, bajo un contexto de crisis globalizada muchísimo peor que la que ahora mismo asola España (aunque haya quien intente hacernos creer que todo va bien). Para olvidar el paro y las penurias, una penitenciaría adquiere un contrato televisivo sobre brutales carreras de coches en las que todo vale, incluso el asesinato (es decir, el mismo problema que tuvo el fornido Arnold en "The Runing Man").
Anderson es un realizador especializado en películas de terror de dudosa calidad, pero todavía es peor director de acción, teniendo como referente la paupérrima "Mortal Kombat". Sin embargo hay que reconocer que ha sabido reinventar esta película para convertirla en un film más que aceptable dentro de este género: adrenalina a raudales, combates sangrientos, ritmo supersónico, tipos muy duros y bellezas muy atractivas... Es decir, un gran divertimento que no aporta nada nuevo, en definitiva, lo que la película prometía.
Hay un pequeño hilo argumental para hilvanar toda la parafernalia de violencia y destrozos repartidos por todo el metraje e incluso algún pequeño giro efectista, lo cual es de agradecer pues así da cierta sensación de película. Y es que el punto fuerte de toda la producción son sus impactantes efectos especiales con una factura visual de altura y ciertas reminiscencias a "The fast and the furious" y "Rollerball".
En el reparto son dos los actores que destacan por encima del resto. El primero, obviamente, el protagonista, Jason Statham, que sigue mostrándose como el joven padawan del gran Bruce Willis con papeles de tipo extremadamente duro y sarcástico, aunque sin llegar a la categoría del héroe de "La jungla de cristal". Statham se mueve como pez en el agua en un rol que le va como anillo al dedo, lo que dota al film de más diversión. El segundo es Ian McShane (el villano de "Deadwood"), que demuestra sus dotes en la interpretación al conseguir captar la atención del público siempre que aparece en pantalla, a pesar de ser un personaje secundario. Ahí radica la diferencia entre un buen actor y un auténtico paquete como Tyrese Gibson, enemigo acérrimo de Statham (serían Stallone y Carradine respectivamente en el film original) que no consigue sacar ningún tipo de chispa a su penoso personaje y eso que los malos son los que más juego dan en la gran pantalla.
Así pues tenemos acción, diversión, morbo y poco que pensar en una película a la que me cuesta calificar de remake no sólo por lo antes comentado, sino porque olvida por completo la parte más original del relato de 1975, donde el campeón era quien más peatones inocentes lograba atropellar durante la carrera. ¡Eso sí que fue una auténtica denuncia hacia la violencia en televisión!.
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