viernes, 3 de diciembre de 2010

Chloe

Atom Egoyan, realizador canadiense nacido en El Cairo, realiza Chloe, drama basado en un film francés de 2003 (Nathalie X de Anne Fontaine) que narra una truculenta historia de celos, infidelidades, traiciones e inseguridades.

El argumento tiene mucho de melodrama televisivo: una mujer, celosa ante la actitud de su marido, que flirtea habitualmente con atractivas jóvenes, decide ponerle una trampa contratando a una prostituta para que lo seduzca.

La protagonista en cuestión es Julianne Moore, que lleva a cabo una interpretación sublime, digna del Oscar que merece desde hace ya bastante tiempo. La actriz es el alma del film, al llevar por completo el peso de la historia, demostrando una encomiable capacidad para otorgar matices a su personaje.

Capaz de dar miedo cuando lanza miradas inquisitivas a su cónyuge, a quien ella cree infiel, también sabe transmitir lástima en momentos de inseguridad en los que roza la depresión, así como el éxtasis sexual cuando da rienda suelta a sus más bajas pasiones. Liam Neeson, en el rol de marido, mantiene bastante bien el tipo, pero la tercera en discordia, Amanda Seyfried, se ve eclipsada por el torrente de sensaciones ofrecido por el personaje principal.

No es habitual que un realizador de la personalidad de Egoyan acepte un remake por encargo, prestándose a un guión más lineal de lo que suele ser habitual en él. Pero todavía es más extraño que se contenga en las posibilidades visuales del relato, en concepto de “capacidad para perturbar al público”, a tenor de lo visto en otros films como Exótica o El liquidador.

Aunque hay contenido de sexo explícito, la narración es lo suficientemente hábil como para transmitir todos los sentimientos de los personajes sin caer en lo vulgar, a lo que también ayuda su preciosista puesta en escena.

El último tercio del metraje es lo peor de la película, al cambiar de estilo y convertirse en un mediocre thriller, de muy fácil desenlace, que no llega en ningún momento a las mínimas cotas de tensión exigibles por dicho género.

A buen seguro, muchos verán en él una versión lésbica de Atracción fatal, pero conviene recordar que este sobrevalorado film de Adrian Lyne no es sino un torpe plagio de Escalofrío en la noche, primera película de Clint Eastwood tras las cámaras.

Chloe es, pues, un buen estudio acerca de los sentimientos que pueden destrozar una familia, tales como el fin de la pasión, la desconfianza y los celos, perfectamente ligados al miedo que muchas mujeres tienen a envejecer. Su punto más destacable es la brillante interpretación de Julianne Moore y lo peor, desgraciadamente, el final, que no va en consonancia con el resto de la película.

Eso sí, hay que reconocerle un mérito de muy difícil consecución: supera con creces al film original en el que se basa.

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