domingo, 30 de mayo de 2010

La boda de mi novia


Valoración: Mala

El semidesconocido realizador inglés Paul Weiland (Por amor a Rosana, El tesoro de Curly) dirige esta flojita comedia romántica, que se podría resumir como un compendio sin gracia de La boda de mi mejor amigo, El padre de la novia, Planes de boda, Cuando Harry encontró a Sally, Cuatro bodas y un funeral... Incluso copian sin ningún pudor parte del contexto del clásico Historias de Filadelfia. Vamos, que Weiland no es, precisamente, un genio de la imaginación, por decirlo de forma suave.

El argumento es absolutamente irrisorio: un tipo que es un auténtico ligón (con un guión que exagera tanto sus dotes para este menester que resulta ridículamente falso) se da cuenta de que el verdadero amor de su vida es su amiga de siempre, cuando ésta decide casarse con un escocés al que acaba de conocer. Pero es que a la chica en cuestión, no se le ocurre otra cosa que pedirle a su amigo que sea su dama de honor. Vamos, que más que una comedia parece algo sacado de la ciencia ficción.

El film trata de sobrevivir gracias a la popularidad de sus actores principales. ¿Quién no conoce al doctor Shepherd de la sobrevalorada y vulgar Anatomía de Grey? Por si acaso no nos hacíamos con su cara, el tercero en discordia en el triángulo amoroso de la película es otro actor de la mencionada serie, Kevin McKidd (que vivió tiempos mejores protagonizando Roma). Y la chica por la que ambos están locos, también es un rostro muy popular en la actualidad: Michelle Monaghan (La conspiración del pánico, Matrimonio compulsivo, Misión imposible 3...)

En resumidas cuentas, lo que La boda de mi novia nos depara es lo siguiente: personajes estereotipados hasta decir basta, una búsqueda excesivamente tópica del amor ideal (amor de los que sólo aparecen en los cuentos de hadas), un argumento previsible y predecible en todo momento, gags muy poco inteligentes, mediocre puesta en escena (en especial la parte que se desarrolla en Escocia)... Eso sí, he de reconocer que es muy fácil de ver, tanto que a los cinco minutos, uno ya se ha olvidado de ella.

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