Tras el gran éxito de películas como las de la saga de Bourne, los responsables de 007 se plantearon, en 2006, un cambio en la concepción del mítico personaje, acercándolo más a lo que Ian Fleming escribió en sus novelas.
Para ello se contrató a Daniel Craig (quien por cierto pidió mucho menos dinero de lo que exigió Brosnan para continuar con la serie) y se llevó a cabo un nuevo perfil de Bond, ni tan elegante y cínico como Connery, ni tan simpático como Moore, ni demasiado sobrio como Dalton, ni tan estiloso como Brosnan, ni tan pardillo como Lazenby. Éste nuevo James Bond es un salvaje, una auténtica fuerza de la naturaleza, un asesino sin piedad a quien parece que nada importa pero que, paradójicamente, es el primer Bond que demuestra sus sentimientos en la gran pantalla, enamorándose perdidamente de la radiante Eva Green (El reino de los cielos) causa por la cual, el resto de su vida utilizará a las mujeres en lugar de amarlas.
Craig está soberbio en su papel protagonista, de forma que en ocasiones da miedo mientras que otras veces consigue las carcajadas del respetable ante su dureza a la hora de afrontar situaciones límite. El argumento se centra en los orígines de 007, en cómo adquirió su estatus de doble cero y en cómo, mediante su primera misión, fue modelando su carácter, sus aficiones por el juego y los martinis y la entrada en contacto con uno de los personajes míticos de la serie, el agente de la CIA Felix Leiter, interpretado aquí por Jeffrey Wright (Syriana).
Teniendo en cuenta que la misión es lo de menos, pues el centro del film es el origen de Bond, encontramos algunos fallos, como la alta duración del metraje, tan excesivo, que hay momentos en los que aburre. Tampoco parece coherente que el primer Bond esté ambientado en la actualidad (con toda la tecnología a su alcance) y que su superior siga siendo Judi Dench, al no poder ofrecer todo el juego que en su día ofreció en Goldeneye, que una mujer estuviera por encima de 007 sin tratarse de ningún asunto sexual (si su primer jefe ya es un personaje femenino, se pierde toda la gracia mencionada). Por último el villano, Mads Mikkelsen (Wilbur se quiere suicidar) resulta un personaje un tanto desperdiciado.
El caso es que Bond volvió con más fuerza que nunca y si bien Martin Campbell no logró superar su realización de Goldeneye, sí que nos ofreció un magnífico divertimento, que hizo las delicias de todos los fans del espía más famoso en la historia del séptimo arte.
Para ello se contrató a Daniel Craig (quien por cierto pidió mucho menos dinero de lo que exigió Brosnan para continuar con la serie) y se llevó a cabo un nuevo perfil de Bond, ni tan elegante y cínico como Connery, ni tan simpático como Moore, ni demasiado sobrio como Dalton, ni tan estiloso como Brosnan, ni tan pardillo como Lazenby. Éste nuevo James Bond es un salvaje, una auténtica fuerza de la naturaleza, un asesino sin piedad a quien parece que nada importa pero que, paradójicamente, es el primer Bond que demuestra sus sentimientos en la gran pantalla, enamorándose perdidamente de la radiante Eva Green (El reino de los cielos) causa por la cual, el resto de su vida utilizará a las mujeres en lugar de amarlas.
Craig está soberbio en su papel protagonista, de forma que en ocasiones da miedo mientras que otras veces consigue las carcajadas del respetable ante su dureza a la hora de afrontar situaciones límite. El argumento se centra en los orígines de 007, en cómo adquirió su estatus de doble cero y en cómo, mediante su primera misión, fue modelando su carácter, sus aficiones por el juego y los martinis y la entrada en contacto con uno de los personajes míticos de la serie, el agente de la CIA Felix Leiter, interpretado aquí por Jeffrey Wright (Syriana).
Teniendo en cuenta que la misión es lo de menos, pues el centro del film es el origen de Bond, encontramos algunos fallos, como la alta duración del metraje, tan excesivo, que hay momentos en los que aburre. Tampoco parece coherente que el primer Bond esté ambientado en la actualidad (con toda la tecnología a su alcance) y que su superior siga siendo Judi Dench, al no poder ofrecer todo el juego que en su día ofreció en Goldeneye, que una mujer estuviera por encima de 007 sin tratarse de ningún asunto sexual (si su primer jefe ya es un personaje femenino, se pierde toda la gracia mencionada). Por último el villano, Mads Mikkelsen (Wilbur se quiere suicidar) resulta un personaje un tanto desperdiciado.
El caso es que Bond volvió con más fuerza que nunca y si bien Martin Campbell no logró superar su realización de Goldeneye, sí que nos ofreció un magnífico divertimento, que hizo las delicias de todos los fans del espía más famoso en la historia del séptimo arte.
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