Segunda película en la dirección para Tony Gilroy después de la soporífera Michael Clayton, un film que todavía no comprendo por qué obtuvo tanto éxito. Al igual que en la mencionada película protagonizada por George Clooney, Gilroy escribe y dirige Duplicity, un film de espías que nada tiene que ver, desgraciadamente, con las películas de Jason Bourne. ¿Por qué hago referencia a esta saga? Porque, incomprensiblemente, Gilroy fue el guionista de esta sublime trilogía, así como de otras grandes películas como Pactar con el diablo (aunque también fue responsable del libreto de la desastrosa Prueba de vida y de la mal explotada Al cruzar el límite).
Gilroy lo tenía todo para confeccionar una gran película, al contar con cuatro actores que no necesitan presentación: Clive Owen, Julia Roberts, Paul Giamatti y Tom Wilkinson. Sólo había que escribir una buena historia e, iluso de mí, todavía emocionado por El mito de Bourne (mi favorita de la colección) pensaba que el relato de Duplicity sería una gozada... Craso error.
No es que sea una película infame, de hecho tiene algún que otro buen momento. Sin embargo, siempre quedará en mí una sensación de lo que pudo ser y no fue, la cual se acrecenta cuando veo a Clive Owen como agente del MI6 y mi mente viaja al universo Bond. ¡Qué James Bond hemos perdido con el señor Owen!. Todos sabemos que es complicado contratar para hacer de 007 a actores de primera línea, por aquello de que les ocupa tanto tiempo que apenas si se pueden comprometer con otros proyectos, pero aún así, ¡qué pena!. Los primeros minutos de metraje son clave sobre este particular, ya que Owen mantiene esa chulería elegantemente pedante, innata en el comandante Bond. ¿Estoy diciendo que Daniel Craig no me gusta como James Bond? Sí y no. Craig me resulta un magnífico agente secreto a lo Jack Bauer (el tipo que hace que los malos se mueran de miedo) y, de hecho, Casino Royale me encantó (no como la mediocre Quantum of Solace) pero no es James Bond, ya que le falta ese toque de humor que Owen sí habría sabido conferir a un personaje de semejante calado.
Habréis observado que estoy hablando muy poco de Duplicity. La razón es que me parece un film olvidable. No negaré que el apartado técnico está bastante bien logrado, tanto en las localizaciones como en los juegos de pantalla que veremos cada vez que se realiza un retorno al pasado, al estilo de El caso de Thomas Crown (la de 1968) . Pero los fallos en el guión son demasiado importantes: el recurso que hemos mencionado del flash back no tiene un buen uso, ya que se utiliza simplemente para salir de la monotonía de un relato que llega a cansar; además, desperdiciar el talento de Paul Giamatti y Tom Wilkinson en roles extremadamente secundarios, es un delito suficientemente alto como para no aprobar una película que depende en exceso de Owen y Roberts y, desgraciadamente para nosotros, Pretty Woman ya no está a la altura que alcanzó cuando fue considerada la novia de América.
Gilroy lo tenía todo para confeccionar una gran película, al contar con cuatro actores que no necesitan presentación: Clive Owen, Julia Roberts, Paul Giamatti y Tom Wilkinson. Sólo había que escribir una buena historia e, iluso de mí, todavía emocionado por El mito de Bourne (mi favorita de la colección) pensaba que el relato de Duplicity sería una gozada... Craso error.
No es que sea una película infame, de hecho tiene algún que otro buen momento. Sin embargo, siempre quedará en mí una sensación de lo que pudo ser y no fue, la cual se acrecenta cuando veo a Clive Owen como agente del MI6 y mi mente viaja al universo Bond. ¡Qué James Bond hemos perdido con el señor Owen!. Todos sabemos que es complicado contratar para hacer de 007 a actores de primera línea, por aquello de que les ocupa tanto tiempo que apenas si se pueden comprometer con otros proyectos, pero aún así, ¡qué pena!. Los primeros minutos de metraje son clave sobre este particular, ya que Owen mantiene esa chulería elegantemente pedante, innata en el comandante Bond. ¿Estoy diciendo que Daniel Craig no me gusta como James Bond? Sí y no. Craig me resulta un magnífico agente secreto a lo Jack Bauer (el tipo que hace que los malos se mueran de miedo) y, de hecho, Casino Royale me encantó (no como la mediocre Quantum of Solace) pero no es James Bond, ya que le falta ese toque de humor que Owen sí habría sabido conferir a un personaje de semejante calado.
Habréis observado que estoy hablando muy poco de Duplicity. La razón es que me parece un film olvidable. No negaré que el apartado técnico está bastante bien logrado, tanto en las localizaciones como en los juegos de pantalla que veremos cada vez que se realiza un retorno al pasado, al estilo de El caso de Thomas Crown (la de 1968) . Pero los fallos en el guión son demasiado importantes: el recurso que hemos mencionado del flash back no tiene un buen uso, ya que se utiliza simplemente para salir de la monotonía de un relato que llega a cansar; además, desperdiciar el talento de Paul Giamatti y Tom Wilkinson en roles extremadamente secundarios, es un delito suficientemente alto como para no aprobar una película que depende en exceso de Owen y Roberts y, desgraciadamente para nosotros, Pretty Woman ya no está a la altura que alcanzó cuando fue considerada la novia de América.
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