Las películas de vampiros y hombres lobo ya no son lo que eran; antiguamente uno pasaba miedo en estas producciones, pero ahora, a lo más que se puede aspirar es a la diversión, pues desde que Stephen Norrington rompiera moldes con la impresionante Blade, el terror ha dejado paso a la acción en este tipo de productos.
Eso es lo que ofrece esta secuela de Underworld: acción continuada, numerosas secuencias de lucha bien coreografiadas, primeros planos de la espectacularmente bella y morbosa Kate Beckinsale y algo de argumento para que toda esta maraña de efectos no carezca de sentido. Pero es ahí donde radica la principal diferencia entre esta película y su predecesora: el guión de la primera es muy superior a éste, lo que hace que Wiseman no salga demasiado airoso con esta continuación, a pesar del ritmo con el que Danni McBride vuelve a dotar a la narración. Esto tiene sus cosas buenas y malas: por un lado la calidad del film se ve reducida de forma importante, pero por otro no engaña al público con dramas fuera de sentido que hubiesen alterado el espíritu original del relato. De lo que no hay ninguna duda es de que el argumento daba para más, de forma que no puedo por menos que sentirme decepcionado ante un film ciertamente desaprovechado.
Así pues, una secuela notablemente inferior a la primera parte. ¿Será este el motivo por el cual Len Wiseman ha preferido dejar las labores de dirección en manos de otro para culminar la trilogía?
Eso es lo que ofrece esta secuela de Underworld: acción continuada, numerosas secuencias de lucha bien coreografiadas, primeros planos de la espectacularmente bella y morbosa Kate Beckinsale y algo de argumento para que toda esta maraña de efectos no carezca de sentido. Pero es ahí donde radica la principal diferencia entre esta película y su predecesora: el guión de la primera es muy superior a éste, lo que hace que Wiseman no salga demasiado airoso con esta continuación, a pesar del ritmo con el que Danni McBride vuelve a dotar a la narración. Esto tiene sus cosas buenas y malas: por un lado la calidad del film se ve reducida de forma importante, pero por otro no engaña al público con dramas fuera de sentido que hubiesen alterado el espíritu original del relato. De lo que no hay ninguna duda es de que el argumento daba para más, de forma que no puedo por menos que sentirme decepcionado ante un film ciertamente desaprovechado.
Así pues, una secuela notablemente inferior a la primera parte. ¿Será este el motivo por el cual Len Wiseman ha preferido dejar las labores de dirección en manos de otro para culminar la trilogía?
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