Doce años después de la fantástica Jungla de Cristal 3, tras mil y un rumores, por fin se concretó la cuarta entrega de las aventuras del detective John McClane. El encargado de dirigir el proyecto fue Len Wisman (era su tercera película tras las dos primeras de Underworld) y lo cierto es que no decepcionó. Si bien este californiano no tiene la mano firme de McTiernan, hay que reconocer que supo dotar al filme con un importante brío narrativo, así como con una serie de efectos visuales sin parangón, ofreciendo vertiginosos y originales planos, así como imaginativas coreografías tanto en tiroteos como en persecuciones. La pega es que, quizás, abuse un poquito de la cámara lenta, aunque de ninguna manera llega al gran abuso que sobre este recurso suele cometer John Woo (Misión Imposible 2).
De entrada parece que el guión de Mark Bomback (con las nada recomendables La lista y El enviado en su haber) pierde mucho en cuanto a la profundidad de los personajes. Sin embargo, haciendo una valoración global del espíritu con el que está confeccionada la película, es entendible ya que redunda en favor de la acción y de sus impresionantes efectos especiales, de forma que La jungla 4.0 es, sin ningún género de duda, la película más espectacular de los últimos años.
Si os habéis fijado he dicho "parece". Y es que, aunque los secundarios no están del todo definidos, sobre el protagonista hay un cuidado estudio, de tal manera que la película tiene un marcado carácter crepuscular al que ayuda el tono de "buddy movie" que aporta el joven Justin Long. Bruce Willis confiere maravillosamente a su personaje matices que ayudan a ello, como el de alguien que ya es de otra época enfrentado a un mundo casi futurista en el que no tiene cabida, odiado por todos sus seres queridos, solo, pero el único capaz de dejarse la vida por resolver una crisis mundial. Podríamos decir que el John McClane de Bruce Willis es una combinación letal entre Jack Bauer y Harry el Sucio, para poder entender lo que este personaje significa para el cine de acción.
El talento interpretativo de Bruce Willis está fuera de toda duda, pero después de ver a otros especialistas del género arrastrándose por ahí (casos de Stallone, Seagal o Van Damme) la pregunta estaba ahí: ¿todavía le daría el físico para interpretar convincentemente al duro McClane? Afortunadamente el actor pudo seguir siendo fiel a sus principios y pudimos disfrutar viendo cómo nuestro intrépido protagonista continuaba sin arrugarse ante el peligro, con esa chulería que tan famoso le ha hecho, haciendo temblar a los "malos" ante su presencia, pero mostrando su lado humano, pues a diferencia de otros "supuestos" héroes de acción, a él sí le duelen los golpes.
El argumento se centra en el miedo a la tecnología, en especial a lo controlada que ahora mismo está la humanidad por los ordenadores, haciendo especial hincapié en que nuestra información está centralizada por completo y al alcance de unos pocos. ¿Qué ocurriría si uno de ellos se pasase al lado oscuro? Es aquí donde toca hablar del villano de la función, único pero de toda esta superproducción. Hablamos de Timothy Olyphant, que encarna a un malo tipo Bond, en el sentido de que tiene un plan maestro para acabar con el mundo, pero sin el carisma necesario como para enfrentarse de tú a tú a un héroe de la categoría de John McClane.
A modo de conclusión diré que La jungla 4.0 es un entretenimiento de primera. Por un lado la acción es frenética y constante. Por otro mantiene el sentido del humor que siempre ha acompañado a Bruce Willis, al igual que la naturalidad con la que sigue "pateando traseros" y volando por los aires gracias a sus temibles ocurrencias (las secuencias del helicóptero y del avión pasarán a los anales de la historia). Por último, posee una factura visual extraordinaria y cumple con todos los cánones del género. ¿Qué más se puede pedir?
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