M. Night Shyamalan dirigió en el año 2000 la mejor película que jamás se haya hecho basada en el mundo del cómic, El protegido, filme incomprendido donde los haya que con el paso del tiempo parece que va ganando adeptos, hasta el punto de llegar al reconocimiento de clásico.
De ritmo lento, el argumento es muy diferente a lo que hoy en día se intuye sobre las películas de superhéroes. Shyamalan, muy al contrario de los esquemas dictados por Marvel o DC, trata de acercar este mundo a la realidad, alejándose por completo de proyectos similares absolutamente contaminados por la cultura del video-clip. Para ello utiliza un lenguaje muy próximo a la vida cotidiana, como los conflictos familiares o los problemas de identidad del protagonista, un inconmensurable Bruce Willis que volvió a dejar atónitos a todos aquellos que no creían en su capacidad interpretativa. Y es que, si el protagonista de La jungla de cristal tiene una gracia sin igual a la hora despachar a terroristas a diestro y siniestro, mientras suelta la chulería de turno en sus películas de acción, aquí, cuando se pone el chubasquero, impresiona mucho más que cualquier personaje ataviado con traje de licra y capa, moviéndose en la línea de realidad ya comentada, pues nada impacta más que las cosas que sentimos cercanas y posibles.
Con respecto al resto del reparto, la calidez y humanidad de los personajes interpretados por la estupenda Robin Wright Penn y Spencer Treat Clark (esposa e hijo del protagonista) contrastan con la oscura y fría personalidad de Samuel L. Jackson, que encarna a la perfección a un solitario y enfermizo coleccionista de comics que encierra una terrible verdad.
Con su estilo particular, Shyamalan dosifica la información para que, poco a poco, vaya calando en el espectador. Destilando talento en cada toma, el director intercala precisos planos secuenciales con ángulos muy difíciles de conseguir, demostrando un dominio de la puesta en escena impagable. Perfectamente ambientada y plagada de simbología en continuo homenaje a los comics, la trama va en aumento, creando un inquietante clima que aumenta paulatinamente el interés por saber cómo terminará todo, culminado por una espectacular última media hora en la que todas las piezas encajan a la perfección.
Si por algo destaca esta producción es por su elegancia y sobriedad: un impecable despliegue visual y sonoro (la banda sonora de James Newton Howard está utilizada con suma inteligencia) con cierto aire de melancolía (a lo que contribuye la fotografía de Eduardo Serra) y aterradora atmósfera, que mantiene sabiamente el suspense hasta llegar al clímax final, con una de esas revelaciones que deja al espectador clavado en el asiento.
Corren rumores de una segunda parte, no en vano, El protegido fue concebido como una trilogía. Ojalá sea cierto y Shyamalan vuelva por la senda de sus éxitos. En El sexto sentido, El protegido y Señales demostró ser un cineasta genial. En El bosque, La joven del agua y El incidente, el genio pareció apagarse. Esperemos que vuelva a salir de la lámpara.
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