Me esperaba bastante más de Ágora, la nueva película de ese fenómeno al que muchos apodan "Orsoncito", aunque a él no le haga la menor gracia. Hablo de Alejandro Amenábar, posiblemente el cineasta con más talento en el actual cine español. Al menos es capaz de arriesgarse a realizar algo distinto a los dos estilos que más marcan el panorama nacional: Santiago Segura y Pedro Almodóvar.
Ágora es una película de corte histórico, con mayor o menor rigor en algunos aspectos, ambientada en la convulsa época vivida en Alejandría en el siglo IV. El relato toma como punto de partida la destrucción de la biblioteca de dicha ciudad, a manos de un grupo de exaltados cristianos, que claman venganza por un ataque de los llamados paganos. A partir de ahí, el guión trata de sumergirse en un gran número de frentes, demasiados para dos horas de metraje, de ahí que la sensación final no sea del todo satisfactoria.
Para empezar tenemos el problema del fanatismo religioso, tan de moda en nuestros días, desgraciadamente, por el terrorismo islámico. Amenábar deja constancia de lo peligrosa que es la religión mal entendida, pero no termina de profundizar en cómo los líderes pueden aprovecharse de ello en beneficio propio ni en lo influenciable de las masas. Lo insinúa, pero se queda ahí. Llegados a este punto destacaré la magnífica interpretación de Ashraf Bahrom (La sombra del reino) en un rol muy parecido a lo que hoy en día se correspondería con un peligroso captor de adeptos, a quienes poder lavar el cerebro y convertir en extremistas.
Después está la trama científica, protagonizada por una magnífica Rachel Weisz. Interpreta a una excepcional mujer que podría considerarse como el arquetipo ideal de filósofa, ya que era una auténtica "amiga de la sabiduría". Es aquí donde Amenábar encuentra una buena excusa para dar rienda suelta a su innato talento con la cámara, con unos impresionantes planos cenitales que se originan en el espacio exterior y terminan en el centro de la ciudad. La pena es que uno nunca termina de saber si está viendo una película de guerra santa o un documental sobre los avances científicos del momento.
También tenemos una historia de amor no correspondido, interpretada de forma no demasiado convincente por Max Minghella (Syriana), además de un ligero tratamiento sobre los esclavos, una pequeña crítica sobre el poder y lo que conlleva, el choque entre culturas, algo acerca de la sociedad y costumbres de la época y unos cuantos asuntos menores más... Como he dicho al principio, demasiado.
El guión falla a la hora de hilvanarlo todo. Por un lado el desarrollo de ciertos puntos es excesivamente facilón. Por otro la sucesión de acontecimientos es tan arrítmica, que da la sensación de ser arbitraria. Hay momentos en los que se pierde la pista de algún personaje supuestamente principal, que aparece de golpe y porrazo, como por imposición, cuando menos viene a cuento, cortando el natural desarrollo de la narración, de forma que algunos momentos del metraje, excesivamente lentos por dicha circunstancia, pueden llegar a aburrir.
Eso sí, de lo que no cabe duda alguna es del virtuosismo de Amenábar a la hora de armar las secuencias, con elegantes movimientos de cámara, ambientación muy realista y una banda sonora perfecta para ayudar a conferir ese aire de superproducción. La pena es la inconsistencia de un guión que no cierra de forma convincente ninguno de sus hilos argumentales. Aún así, creo que merece la pena ser vista en una sala de cine.
Ágora es una película de corte histórico, con mayor o menor rigor en algunos aspectos, ambientada en la convulsa época vivida en Alejandría en el siglo IV. El relato toma como punto de partida la destrucción de la biblioteca de dicha ciudad, a manos de un grupo de exaltados cristianos, que claman venganza por un ataque de los llamados paganos. A partir de ahí, el guión trata de sumergirse en un gran número de frentes, demasiados para dos horas de metraje, de ahí que la sensación final no sea del todo satisfactoria.
Para empezar tenemos el problema del fanatismo religioso, tan de moda en nuestros días, desgraciadamente, por el terrorismo islámico. Amenábar deja constancia de lo peligrosa que es la religión mal entendida, pero no termina de profundizar en cómo los líderes pueden aprovecharse de ello en beneficio propio ni en lo influenciable de las masas. Lo insinúa, pero se queda ahí. Llegados a este punto destacaré la magnífica interpretación de Ashraf Bahrom (La sombra del reino) en un rol muy parecido a lo que hoy en día se correspondería con un peligroso captor de adeptos, a quienes poder lavar el cerebro y convertir en extremistas.
Después está la trama científica, protagonizada por una magnífica Rachel Weisz. Interpreta a una excepcional mujer que podría considerarse como el arquetipo ideal de filósofa, ya que era una auténtica "amiga de la sabiduría". Es aquí donde Amenábar encuentra una buena excusa para dar rienda suelta a su innato talento con la cámara, con unos impresionantes planos cenitales que se originan en el espacio exterior y terminan en el centro de la ciudad. La pena es que uno nunca termina de saber si está viendo una película de guerra santa o un documental sobre los avances científicos del momento.
También tenemos una historia de amor no correspondido, interpretada de forma no demasiado convincente por Max Minghella (Syriana), además de un ligero tratamiento sobre los esclavos, una pequeña crítica sobre el poder y lo que conlleva, el choque entre culturas, algo acerca de la sociedad y costumbres de la época y unos cuantos asuntos menores más... Como he dicho al principio, demasiado.
El guión falla a la hora de hilvanarlo todo. Por un lado el desarrollo de ciertos puntos es excesivamente facilón. Por otro la sucesión de acontecimientos es tan arrítmica, que da la sensación de ser arbitraria. Hay momentos en los que se pierde la pista de algún personaje supuestamente principal, que aparece de golpe y porrazo, como por imposición, cuando menos viene a cuento, cortando el natural desarrollo de la narración, de forma que algunos momentos del metraje, excesivamente lentos por dicha circunstancia, pueden llegar a aburrir.
Eso sí, de lo que no cabe duda alguna es del virtuosismo de Amenábar a la hora de armar las secuencias, con elegantes movimientos de cámara, ambientación muy realista y una banda sonora perfecta para ayudar a conferir ese aire de superproducción. La pena es la inconsistencia de un guión que no cierra de forma convincente ninguno de sus hilos argumentales. Aún así, creo que merece la pena ser vista en una sala de cine.
Brillante analisis !!
ResponderEliminarExcelente de verdad !!
En esta te saliste Edgar !
Martin
Gracias, Martín. He tardado un poco en contestar porque estoy pasando unos días en Madrid. Un abrazo.
ResponderEliminar