Duncan Jones debuta en el cine con Moon, ganadora del festival de Sitges de cine fantástico de este año. Muchas veces obtener este galardón no es sinónimo de calidad, pero en este caso, afortunadamente, los fans de la ciencia ficción podemos estar satisfechos ante un relato inteligente, con una trama al uso y una serie de elementos del género que parecían haber caído en el olvido, en favor de los tan de moda superefectos especiales.
Moon cuenta la claustrofóbica historia de un astronauta que, tras casi tres años de trabajo en solitario en la Luna, está a punto de regresar a la Tierra con su familia. Así pues toda la producción gira en torno a su protagonista, un excepcional Sam Rockwell que también ha ganado el premio en Sitges al mejor actor por su inmejorable trabajo.
Pasar varios años en soledad, con la única compañía de un ordenador, da mucho tiempo para la reflexión. El protagonista se pregunta por hechos de su pasado, al mismo tiempo que teme retomar su vida anterior, por el daño que su ausencia haya podido causar en su relación familiar. Todo eso le lleva a un planteamiento existencial sobre el sentido de la vida, bastante jugoso.
Pero el filme no es sólo un ejercicio intimista de autor; llegará un momento en que el relato se complicará para entrar de lleno en la ciencia ficción. Aparecerán las dudas, los temores, lo desconocido y, tras un importante giro del guión a mitad de metraje (el cual no quiero desvelar, a pesar de que su propio director lo hizo tan campante en rueda de prensa, antes del estreno de la película) la historia cambia, ofreciendo una serie de posibilidades muy bien aprovechadas.
No es que Jones haya aportado nada nuevo al género. De hecho, estamos ante un claro homenaje a películas como 2001 una odisea en el espacio y Blade Runner (pero eso, homenajes, no burdos y torpes plagios como los de Neill Blomkamp en Distrito 9). Sin embargo hay que reconocer que, a pesar de la lentitud obligada de la narración en algunos momentos, estamos ante un filme interesante, que despierta la mente del espectador (está bien que un guión nos haga pensar) y que deja un buen sabor de boca al terminar, algo encomiable en esta época de libretos facilones maquillados con presupuestos millonarios. Moon sólo costó cinco millones (lo que no influye en su lograda estética), volviendo a demostrar que es la inteligencia y no la pasta quien produce buenas películas.
Moon cuenta la claustrofóbica historia de un astronauta que, tras casi tres años de trabajo en solitario en la Luna, está a punto de regresar a la Tierra con su familia. Así pues toda la producción gira en torno a su protagonista, un excepcional Sam Rockwell que también ha ganado el premio en Sitges al mejor actor por su inmejorable trabajo.
Pasar varios años en soledad, con la única compañía de un ordenador, da mucho tiempo para la reflexión. El protagonista se pregunta por hechos de su pasado, al mismo tiempo que teme retomar su vida anterior, por el daño que su ausencia haya podido causar en su relación familiar. Todo eso le lleva a un planteamiento existencial sobre el sentido de la vida, bastante jugoso.
Pero el filme no es sólo un ejercicio intimista de autor; llegará un momento en que el relato se complicará para entrar de lleno en la ciencia ficción. Aparecerán las dudas, los temores, lo desconocido y, tras un importante giro del guión a mitad de metraje (el cual no quiero desvelar, a pesar de que su propio director lo hizo tan campante en rueda de prensa, antes del estreno de la película) la historia cambia, ofreciendo una serie de posibilidades muy bien aprovechadas.
No es que Jones haya aportado nada nuevo al género. De hecho, estamos ante un claro homenaje a películas como 2001 una odisea en el espacio y Blade Runner (pero eso, homenajes, no burdos y torpes plagios como los de Neill Blomkamp en Distrito 9). Sin embargo hay que reconocer que, a pesar de la lentitud obligada de la narración en algunos momentos, estamos ante un filme interesante, que despierta la mente del espectador (está bien que un guión nos haga pensar) y que deja un buen sabor de boca al terminar, algo encomiable en esta época de libretos facilones maquillados con presupuestos millonarios. Moon sólo costó cinco millones (lo que no influye en su lograda estética), volviendo a demostrar que es la inteligencia y no la pasta quien produce buenas películas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario