Valoración:
Por fin lo ha conseguido. Tras las mediocres El corazón del guerrero, El robo más grande jamás contado y La caja Kovak, Daniel Monzón ha sorprendido a propios y extraños escribiendo y dirigiendo Celda 211, un desgarrador relato carcelario que seguramente se convertirá en la mejor película española del año.
Como he dicho tantas y tantas veces, una buena película no debe cimentarse en una pléyade de efectos especiales, sino en un guión de calidad y a fe que este es bueno. Monzón narra con sobriedad esta adaptación de la novela homónima de Francisco Pérez Gandul, en la que un accidente causa que un funcionario de prisiones (el debutante Alberto Ammann) quede encerrado en una cárcel, mientras se produce un motín.
Este punto de partida ofrece un montón de posibilidades que Monzón exprime a las mil maravillas, desarrollando una historia de personajes de esas que tanto gustan al maestro Clint Eastwood. Conforme el libreto profundiza en los distintos caracteres, iremos disfrutando con una historia realista y brutal, en la que conviven muerte, dolor, traición, desesperación y crueldad.
Hablar de Celda 211 es hacerlo de su protagonista, un imponente Luis Tosar que da vida a uno de esos personajes que, si estuviéramos en Hollywood, no dudéis que sería candidato al Oscar en todas las apuestas. Tosar interpreta magistralmente a Malamadre, un peligroso preso, un auténtico criminal, un ser malvado de los de verdad... Pero no todo en él es malo, ya que muy en el fondo posee aquello que se denomina "honor entre rufianes", o lo que es lo mismo: aunque puede llegar a ser una auténtica bestia, todavía le queda algo de humanidad.
Los grandes actores son los que saben lucirse con roles de villano y Tosar, que es el alma de este filme, no es el único. En una trama que trasciende lo puramente carcelario porque va a más, Antonio Resines demuestra que es muchísimo más que un actor de comedia al encarnar a un policía sin escrúpulos por el que todo el mundo siente temor. De hecho el duelo entre Tosar y Resines es digno de verse.
Poco más puedo decir sobre esta espléndida historia, directa y visceral como pocas. Puesta en escena impecable, atmósfera asfixiante, tensión que va in crescendo... En definitiva, una película que recuerda a antaño, cuando el antiguo cine negro ofrecía grandes filmes cuyos protagonistas, sabedores de que su papel en la vida era el de perdedores, obraban en consecuencia.
Como he dicho tantas y tantas veces, una buena película no debe cimentarse en una pléyade de efectos especiales, sino en un guión de calidad y a fe que este es bueno. Monzón narra con sobriedad esta adaptación de la novela homónima de Francisco Pérez Gandul, en la que un accidente causa que un funcionario de prisiones (el debutante Alberto Ammann) quede encerrado en una cárcel, mientras se produce un motín.
Este punto de partida ofrece un montón de posibilidades que Monzón exprime a las mil maravillas, desarrollando una historia de personajes de esas que tanto gustan al maestro Clint Eastwood. Conforme el libreto profundiza en los distintos caracteres, iremos disfrutando con una historia realista y brutal, en la que conviven muerte, dolor, traición, desesperación y crueldad.
Hablar de Celda 211 es hacerlo de su protagonista, un imponente Luis Tosar que da vida a uno de esos personajes que, si estuviéramos en Hollywood, no dudéis que sería candidato al Oscar en todas las apuestas. Tosar interpreta magistralmente a Malamadre, un peligroso preso, un auténtico criminal, un ser malvado de los de verdad... Pero no todo en él es malo, ya que muy en el fondo posee aquello que se denomina "honor entre rufianes", o lo que es lo mismo: aunque puede llegar a ser una auténtica bestia, todavía le queda algo de humanidad.
Los grandes actores son los que saben lucirse con roles de villano y Tosar, que es el alma de este filme, no es el único. En una trama que trasciende lo puramente carcelario porque va a más, Antonio Resines demuestra que es muchísimo más que un actor de comedia al encarnar a un policía sin escrúpulos por el que todo el mundo siente temor. De hecho el duelo entre Tosar y Resines es digno de verse.
Poco más puedo decir sobre esta espléndida historia, directa y visceral como pocas. Puesta en escena impecable, atmósfera asfixiante, tensión que va in crescendo... En definitiva, una película que recuerda a antaño, cuando el antiguo cine negro ofrecía grandes filmes cuyos protagonistas, sabedores de que su papel en la vida era el de perdedores, obraban en consecuencia.
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