domingo, 1 de noviembre de 2009

La novia de Frankenstein

Valoración: Notable

En 1935 James Whale llevó a cabo La novia de Frankenstein, una secuela en clave paródica de El doctor Frankenstein que para muchos, supera a la original, aunque también tiene sus detractores.

Al igual que en la primera, la película se inicia con un prólogo, sólo que en esta ocasión es la propia Mary Shelley (interpretada por Elsa Lanchester, que también hizo el papel de la monstruosa novia) quien se dispone a relatar cómo continúa la historia en el preciso momento en que terminó el filme de 1931, desde el salón de la casa del famoso poeta Lord Byron, en compañía de éste y de su marido, el también escritor Percy Shelley.

Nuevamente tenemos un relato en el que ternura, humor y horror se unen de forma muy hábil, en una historia que trata puntos importantes como la intolerancia, la discriminación, el miedo a la soledad y la amistad, en los que reconocemos una protesta del director, James Whale, que padeció en sus carnes los problemas acarreados por su condición de homosexual en la sociedad de los años treinta.

Hemos de destacar la labor tras las cámaras del mencionado Whale, con sobrios y firmes movimientos de cámara que exploran los enormes y cuidados decorados que tanto le gustaba utilizar. También fue muy importante, para la ambientación, la fascinante y oscura fotografía de John J. Mescall, así como la imponente banda sonora de Franz Waxman.

En cuanto a los actores, a Boris Karloff y Colin Clive (monstruo y doctor respectivamente) se les une un nuevo personaje, que a fin de cuentas es uno de los grandes atractivos de la película: el malvado Doctor Praetorius, interpretado de forma magistral por Ernest Thesiger.

Sea como fuere, tanto El doctor Frankenstein como La novia de Frankenstein son, por derecho propio, obras cumbres del género de terror, dos auténticas joyas que evocan el encanto de las películas filmadas en blanco y negro, despertando la nostalgia de los amantes del buen cine de terror y cargándose, de golpe y porrazo, uno de los mitos del cine, el que dice que segundas partes nunca fueron buenas.

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