Valoración:
Es la primera vez que me aburro viendo un film de Doug Liman. El caso Bourne me fascinó, con Mr. & Mrs. Smith, a pesar de la diferencia de calidad con la película anterior, me divertí a raudales y Jumper, si bien me pareció algo floja y un tanto desaprovechada, consiguió entretenerme.
Caza a la espía es un film de suspense descafeinado. Por un lado ya sabemos lo que ocurrirá, al estar basada en hechos reales sobre la ya cansina guerra de Irak. Y por otro, el título sólo se entiende a partir del último tercio de metraje, donde el personaje impecablemente interpretado por Naomi Watts (también conocida como la reina de los remakes) comienza a sufrir la más que esperada persecución. Evidentemente no hablo del título original (Fair Game) sino del despropósito cometido en la traducción española, en un vano intento por engañar al espectador tratando de hacerle creer que va a ver algo similar a las peripecias del señor Jason Bourne. Además, el desarrollo de este final no goza de la intensidad y tensión esperados, sino que se asemeja más a los melodramas con carácter familiar típicos de los telefilms de sobremesa.
El resto de la película es una correcta historia de espías, realizada con el mayor realismo posible. Los efectos especiales, las huidas imposibles y las misiones kamikazes quedan a un lado, para mostrar la realidad de una agente de la CIA. El problema es que todo versa, una vez más, sobre las armas de destrucción masiva de las que Bush se sirvió para enriquecer los negocios petrolíferos de su familia, por mucho que ahora afirme lo contrario en la publicación de su libro (por lo visto cualquiera es capaz de escribir en nuestros tiempos). Y claro, la sensación de déjà vu desmerece un tanto el contenido.
Otro problema importante es que todavía tengo fresca en la memoria Green Zone: Distrito protegido, la cual trataba el mismo asunto (Irak y las dichosas bombas) pero con una calidad cinematográfica superior. Curiosamente Green Zone fue dirigida por otro realizador de la saga Bourne, Paul Greengrass. Y no sólo en eso coinciden, sino también en el estilo de filmación. Liman copia esa fastidiosa manía de Greengrass de excederse con primerísimos planos de las caras de los protagonistas, efectuando violentos movimientos de cámara para que el espectador pueda ver el rostro de todos los actores que completan una misma secuencia. Aplicar esa manera de filmar dentro de una sala en plena reunión, cosa que hace Liman cada dos por tres, no sólo agota, sino que incluso llega a marear al sufrido espectador.
En resumidas cuentas, Caza a la espía es un thriller socio-político, con claras influencias de ciertos films de Alan J. Pakula y Sydney Pollack de los años setenta, cuyo punto fuerte son las magníficas interpretaciones de Naomi Watts y el oscarizado Sean Penn. Sin embargo no bastan para salvar un relato mal narrado (sin intensidad ni dramatismo) de ritmo inadecuado, tosco estilo de realización (éste no es el Liman de grandes puestas en escena que yo recuerdo) y un argumento que, a estas alturas, no interesa prácticamente a nadie.
Caza a la espía es un film de suspense descafeinado. Por un lado ya sabemos lo que ocurrirá, al estar basada en hechos reales sobre la ya cansina guerra de Irak. Y por otro, el título sólo se entiende a partir del último tercio de metraje, donde el personaje impecablemente interpretado por Naomi Watts (también conocida como la reina de los remakes) comienza a sufrir la más que esperada persecución. Evidentemente no hablo del título original (Fair Game) sino del despropósito cometido en la traducción española, en un vano intento por engañar al espectador tratando de hacerle creer que va a ver algo similar a las peripecias del señor Jason Bourne. Además, el desarrollo de este final no goza de la intensidad y tensión esperados, sino que se asemeja más a los melodramas con carácter familiar típicos de los telefilms de sobremesa.
El resto de la película es una correcta historia de espías, realizada con el mayor realismo posible. Los efectos especiales, las huidas imposibles y las misiones kamikazes quedan a un lado, para mostrar la realidad de una agente de la CIA. El problema es que todo versa, una vez más, sobre las armas de destrucción masiva de las que Bush se sirvió para enriquecer los negocios petrolíferos de su familia, por mucho que ahora afirme lo contrario en la publicación de su libro (por lo visto cualquiera es capaz de escribir en nuestros tiempos). Y claro, la sensación de déjà vu desmerece un tanto el contenido.
Otro problema importante es que todavía tengo fresca en la memoria Green Zone: Distrito protegido, la cual trataba el mismo asunto (Irak y las dichosas bombas) pero con una calidad cinematográfica superior. Curiosamente Green Zone fue dirigida por otro realizador de la saga Bourne, Paul Greengrass. Y no sólo en eso coinciden, sino también en el estilo de filmación. Liman copia esa fastidiosa manía de Greengrass de excederse con primerísimos planos de las caras de los protagonistas, efectuando violentos movimientos de cámara para que el espectador pueda ver el rostro de todos los actores que completan una misma secuencia. Aplicar esa manera de filmar dentro de una sala en plena reunión, cosa que hace Liman cada dos por tres, no sólo agota, sino que incluso llega a marear al sufrido espectador.
En resumidas cuentas, Caza a la espía es un thriller socio-político, con claras influencias de ciertos films de Alan J. Pakula y Sydney Pollack de los años setenta, cuyo punto fuerte son las magníficas interpretaciones de Naomi Watts y el oscarizado Sean Penn. Sin embargo no bastan para salvar un relato mal narrado (sin intensidad ni dramatismo) de ritmo inadecuado, tosco estilo de realización (éste no es el Liman de grandes puestas en escena que yo recuerdo) y un argumento que, a estas alturas, no interesa prácticamente a nadie.
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