miércoles, 12 de mayo de 2010

Un ciudadano ejemplar


Valoración: Pasable

Por desgracia, es típico encontrarse en el cine con películas que parten de una buena premisa, pero que cuentan con guiones incapaces de desarrollarla. En Un ciudadano ejemplar parecía que íbamos a ver justo el caso contrario: un inicio propio de la sobremesa televisiva (una resolución judicial injusta en favor del asesino de una familia) pero con un desarrollo emocionante y adrenalítico. Y casi lo consiguen.

¿Por qué falla la película? Por su horroroso tramo final. La resolución de la película es tan comercial y tan políticamente correcta, que destroza cual maremoto incontrolado unos cien minutos de una entretenidísima trama, en la que un marido hundido por la violenta pérdida de su mujer e hija, premedita una venganza total sobre todo aquel que tuvo que ver con ello, al más puro estilo Denzel Washington en la impresionante cinta de Tony Scott, El fuego de la venganza.

Durante algo más de hora y media, el film no defrauda. El director de The Italian Job, F. Gary Gray y el guionista de La prueba y El secreto de Thomas Crown, Kurt Wimmer, demostraban que son unos verdaderos artistas cuando se centran en entretener al gran público, principal pretensión del film que nos ocupa.

Para ello la elección del protagonista ha sido totalmente acertada. El carismático Gerard Butler interpreta magistralmente a una especie de James Bond en clave de malvado asesino sin conciencia, que pasa diez años maquinando una venganza contra los asesinos de su familia y el fraudulento sistema judicial. Cada uno de sus golpes justicieros, seguidos de toda clase de comentarios chulescos y macarras (para lo que hay que tener gracia y Butler la posee) van introduciendo al espectador en el relato, impaciente por ver qué se le va ocurriendo a tan maquiavélico cerebro.

Un argumento de estas características debería haber terminado a lo Seven, es decir, con un final inesperado e impactante. Sin embargo su ridículo y facilón remate rompe con el espíritu de la película, de forma que nos deja un muy amargo sabor de boca (más detalles en la zona spoiler).

Terminaremos haciendo referencia al amplio elenco, el cual, desgraciadamente, no está ni de lejos a la altura del protagonista. De hecho, podríamos decir que, inesperadamente, el peor de todos es Jamie Foxx, muy lejos de sus grandes interpretaciones en Ray o Un domingo cualquiera. Foxx debería haber sido parte importante de la historia, como el antagonista principal de Butler. Sin embargo se queda en una mera comparsa, limitándose a recitar sus diálogos sin ningún tipo de pasión. De entre los demás destacaremos a Colm Meaney (Con Air, La jungla 2), Bruce McGill (el sempiterno amiguete de McGyver), la atractiva Leslie Bibb (Iron Man 1 y 2), Michael Irby (The Unit), Gregory Itzin (el inepto Charles Logan de la exitosa 24) y Regina Hall (Scary Movie).

Con otro final, habría sido un peliculón. Una lástima.


ZONA SPOILER (no leer si no se ha visto la película):

Ya son dos las veces en que Jamie Foxx aparece en un final que destroza una película. La anterior fue en Collateral y el fallo muy similar: Tom Cruise era un experto asesino profesional que sucumbe ante un patético taxista (Foxx) para así obtener un resultado romántico-comercial del tipo “los buenos ganan y se quedan con la chica”. Una penosa forma de terminar un film que podría haber sido calificado como fascinante, si el asesino hubiera culminado con éxito su misión.

Aquí sucede lo mismo: nos retratan al protagonista como un tipo que ha trabajado para el Gobierno, un espía capaz de conseguir lo imposible para acabar con la vida de determinados elementos terroristas. En pocas palabras, un tipo imparable. De hecho Michael Kelly (El intercambio) tiene una breve aparición en la que explica las temibles capacidades del protagonista. Y he aquí que, al final, de forma inexplicable, los datos de venta de una serie de propiedades hacen que Foxx y compañía desbaraten los complejos planes de Butler. Resulta de lo más curioso que el protagonista, que cuida y mima los detalles de todos sus ataques, decida que no es necesario colocar una cámara de vigilancia en el lugar donde ha planeado su colosal acto final, algo todavía más ilógico e incoherente que comprobar que el paso de diez años no afecta físicamente a ninguno de los protagonistas.

Hollywood y sus finales. ¡Qué pena!

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