Tras la decepcionante "La amenaza fantasma", Lucas vuelve a la carga otra vez como director y guionista en "El ataque de los clones", con una pequeña venganza para el público, pues si bien reduce ampliamente la aparición del infame Jar Jar Binks, lo convierte en un personaje clave para el futuro emperador Palpatine. Pero vamos con la película.
La primera hora de metraje es, con diferencia, lo peor de los seis films. Nunca Obi Wan había caído más bajo, gracias a la paupérrima labor de Lucas en el guión, pues en todo momento Anakin parece el maestro mientras que Kenobi se convierte en una mera comparsa. Pero lo peor es el maltrato a quien debería haber sido el mejor personaje de toda la saga, Anakin Skywalker/Darth Vader, un atentado en toda regla al buen gusto: por un lado el actor elegido es el pésimo intérprete Hayden Christensen, incapaz de transmitir cualquier tipo de sentimiento sin que el espectador se eche a reír (o a llorar, depende de cuánto valore uno Star Wars). Christensen carece por completo de carisma (y eso que hablamos de quien traerá el equilibrio a la fuerza) y de registros interpretativos, por lo que más parece una parodia del gran Vader que otra cosa. Por su parte, Ewan McGregor sigue sin dar la talla como Obi Wan (tanto en centímetros como en presencia en pantalla), lo mismo que la historia en sí, que pasa primero por ser una nefasta copia de "El quinto elemento", para llegar a una historia de amor de esas que producen vergüenza ajena, sin chispa, sin química y con todos los elementos cursis y penosos que uno pueda imaginar.
El caso es que ni Anakin es el gran hombre a quien se refería Alec Guinness en "El imperio contraataca" en una de sus conversaciones con el joven Luke ni Obi Wan parece ese gran Jedi que tan fantásticamente encarnó el mencionado Guinness. Aunque no son los únicos personajes emblemáticos a quienes se cargan, porque ver volar por los aires al mítico R2 como si fuera un muñeco de feria, es posiblemente la peor idea que ha tenido Lucas en su vida.
Afortunadamente todo cambia en la segunda hora de película. Por fin vemos una historia coherente con lo que uno espera de "La guerra de las galaxias": la aparición de un extraño ejército, una terrible e inteligente conspiración de los Sith, una batalla colosal y, por fin, la representación del bien contra el mal narrada a partir de ciertos personajes de gran calidad como los maestros Yoda y Windu (Samuel L. Jackson sí da el porte de gran Jedi) por parte del bien como el conde Dooku y Palpatine por el lado del mal.
Por fin Lucas se olvida del público infantil y nos empieza a mostrar la terrible y peligrosa maldad que envuelve el reverso tenebroso de la Fuerza, capaz de atraer incluso a Jedis ya consagrados. Es el caso de Christopher Lee, como siempre, magnífico en su rol de villano, igual que Ian McDiarmid, que sabe dotar perfectamente a su caracter de ese cinismo encerrado que poseen aquellos traidores que están a punto de asestar su golpe definitivo.
Además, el hecho de ver por fin a un nutrido grupo de Jedis en acción, con su sable de luz en una lucha agotadora contra un enemigo muy superior en número, consigue que lleguemos a olvidar el sobrecogedor patetismo vivido en la primera hora, lo cual ya es bastante, además de introducirnos por fin en lo que todos esperábamos, a priori, de esta nueva trilogía.
La primera hora de metraje es, con diferencia, lo peor de los seis films. Nunca Obi Wan había caído más bajo, gracias a la paupérrima labor de Lucas en el guión, pues en todo momento Anakin parece el maestro mientras que Kenobi se convierte en una mera comparsa. Pero lo peor es el maltrato a quien debería haber sido el mejor personaje de toda la saga, Anakin Skywalker/Darth Vader, un atentado en toda regla al buen gusto: por un lado el actor elegido es el pésimo intérprete Hayden Christensen, incapaz de transmitir cualquier tipo de sentimiento sin que el espectador se eche a reír (o a llorar, depende de cuánto valore uno Star Wars). Christensen carece por completo de carisma (y eso que hablamos de quien traerá el equilibrio a la fuerza) y de registros interpretativos, por lo que más parece una parodia del gran Vader que otra cosa. Por su parte, Ewan McGregor sigue sin dar la talla como Obi Wan (tanto en centímetros como en presencia en pantalla), lo mismo que la historia en sí, que pasa primero por ser una nefasta copia de "El quinto elemento", para llegar a una historia de amor de esas que producen vergüenza ajena, sin chispa, sin química y con todos los elementos cursis y penosos que uno pueda imaginar.
El caso es que ni Anakin es el gran hombre a quien se refería Alec Guinness en "El imperio contraataca" en una de sus conversaciones con el joven Luke ni Obi Wan parece ese gran Jedi que tan fantásticamente encarnó el mencionado Guinness. Aunque no son los únicos personajes emblemáticos a quienes se cargan, porque ver volar por los aires al mítico R2 como si fuera un muñeco de feria, es posiblemente la peor idea que ha tenido Lucas en su vida.
Afortunadamente todo cambia en la segunda hora de película. Por fin vemos una historia coherente con lo que uno espera de "La guerra de las galaxias": la aparición de un extraño ejército, una terrible e inteligente conspiración de los Sith, una batalla colosal y, por fin, la representación del bien contra el mal narrada a partir de ciertos personajes de gran calidad como los maestros Yoda y Windu (Samuel L. Jackson sí da el porte de gran Jedi) por parte del bien como el conde Dooku y Palpatine por el lado del mal.
Por fin Lucas se olvida del público infantil y nos empieza a mostrar la terrible y peligrosa maldad que envuelve el reverso tenebroso de la Fuerza, capaz de atraer incluso a Jedis ya consagrados. Es el caso de Christopher Lee, como siempre, magnífico en su rol de villano, igual que Ian McDiarmid, que sabe dotar perfectamente a su caracter de ese cinismo encerrado que poseen aquellos traidores que están a punto de asestar su golpe definitivo.
Además, el hecho de ver por fin a un nutrido grupo de Jedis en acción, con su sable de luz en una lucha agotadora contra un enemigo muy superior en número, consigue que lleguemos a olvidar el sobrecogedor patetismo vivido en la primera hora, lo cual ya es bastante, además de introducirnos por fin en lo que todos esperábamos, a priori, de esta nueva trilogía.
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