Mike Newell (Cuatro bodas y un funeral) realizó en 2005 una de las peores entregas de la serie Harry Potter. Y es que cinematográficamente hablando, la saga ha ganado en calidad conforme ha aumentado la oscuridad de la historia en favor de un público más adulto, cosa que lamentablemente no ocurre aquí.
En El cáliz de fuego (en original Harry Potter and the Gobblet of Fire) el principal problema es el exceso de duración en favor de una serie de historietas demasiado americanas, que poco o nada tienen que ver con la trama principal.
No es comprensible que partes como una especie de baile instituto, que apenas ocupa una mínima parte del libro de Rowling o los flirteos entre alumnos, al más puro estilo Salvados por la campana, sean las más extensas y destacadas del relato.
Por el contrario, lo que debería haber sido un espectacular duelo en el concurso de los tres magos y el habitual partido de Quidditch, quedan casi en un segundo plano, debido al poco virtuosismo de Newell para rodar secuencias de acción con el mismo poderío visual que en las entregas anteriores.
De entre los nuevos personajes, dos destacan sobremanera: Brendan Gleeson , con una interpretación carismática del personaje Alastor y el siempre genial Ralph Fiennes, irreconocible físicamente en su papel del malvado Lord Voldemort.
De hecho es el tramo final, con Fiennes al a cabeza, lo que salva in extremis esta cuarta parte de Harry Potter. La escalofriante corporización de Voldemort, el trágico suceso en el que se verá inmerso uno de los magos (interpretado por un Robert Pattinson pre-Crepúsculo) y cierta información que se desarrollará en capítulos posteriores, hacen que la película termine por remontar el vuelo.
Decía el gran Alfred Hitchcock que una película se mide en función de lo que vale su villano. Y sí, Ralph Fiennes lo vale y con creces. Sin embargo, Daniel Radcliffe es un héroe con muy poco peso, sin una gran personalidad y excesivamente insulso, tanto, que la máxima de Hitchcock podría haber encontrado aquí una excepción.
Harry Potter ya nunca será el mismo. Esta cuarta película marcaría un punto de inflexión en una serie en la que la Warner impediría cualquier ejercicio de estilo y de autor, para ejercer un control absoluto sobre su beneficioso producto.
Por ese motivo, el encargado de realizar el resto de entregas sería el televisivo David Yates, alguien con muy poca experiencia en el Séptimo Arte, pero muy hábil a la hora de plegarse a los deseos de quien pone el dinero: los productores.
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