jueves, 19 de agosto de 2010

Un rockero de pelotas


Valoración: Regular

Parece que en este siglo XXI está volviendo el gusto por los ochenta: remakes, homenajes, revisiones de series de televisión de la época... Así que, en pleno apogeo de aquella mágica década, Peter Cattaneo se subió al carro con Un rockero de pelotas, una comedia que podríamos calificar del montón.

Cattaneo repite el argumento de su mayor éxito, Full Monty, con una nuevo relato de segundas oportunidades, en el un batería friki y amargado, que lleva veinte años frustrado por el éxito de su antigua banda, de la que fue expulsado de manera traicionera, tiene una nueva oportunidad como batería del grupo de instituto de su sobrino.

El batería en cuestión es Rainn Wilson (Mi super ex-novia, La pareja del año) uno de esos cómicos que basan sus interpretaciones en la sobreactuación, razón por la cual sus personajes siempre terminan cansando.

Acompañan a Wilson en esta aventurita actores conocidos como la atractiva Christina Applegate (Matrimonio con hijos, La cosa más dulce), el guaperas de moda Bradley Cooper (El equipo A, Resacón en Las Vegas), la morbosa Emma Stone (Bienvenidos a Zombieland, Supersalidos) y la dura entrenadora de Glee, Jane Lynch. No es que se empleen precisamente a fondo, pero están mejor que dos de los protagonistas, el desconocido y sosísimo Teddy Geiger y el rellenito Josh Gad (21 Blackjack).

El guión, que no es precisamente original (y eso que han intervenido tres escritores) adopta ideas de otras películas para tratar de salir adelante. El rápido ascenso a la fama, con giras inicialmente cutres, es similar al visto en The Wonders de Tom Hanks; con respecto a Escuela de Rock de Richard Linklater, la actuación de Rainn Wilson parece una parodia de lo que allí hizo Jack Black; o el asunto de la vieja gloria que anhela tiempos pasados, con reminiscencias a Tú la letra y yo la música de Marc Lawrence.

El punto fuerte de la película es despertar la nostalgia por los 80 con una buena banda sonora, además de algunos momentos irreverentes bastante logrados. Lo malo es la previsible trama, la introducción con calzador de un par de subtramas románticas excesivamente ñoñas, varias interpretaciones por debajo de la media y su baja calidad a la hora de narrar la historia.

Digamos que Cattaneo no engaña a nadie. Una parodia musical con revisitación a los ochenta que busca la risa fácil del espectador. No es que sea una película referencia para el género, ni mucho menos, pero hay que reconocer que, a ratos, consigue su objetivo de entretener.

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