En 1984, el maestro del terror Wes Craven (Scream, Vuelo nocturno) ideó a uno de los psicokillers más famosos de la historia del subgénero slasher: Freddy Krueger. La idea del film era bastante ingeniosa: si alguien muere mientras sueña, fallecerá también en la vida real.
Todos sabemos que en las pesadillas, uno siempre despierta antes del posible fatal desenlace. Craven utiliza magistralmente este argumento con Freddy Krueger, un ser que persigue y aniquila adolescentes mientras sueñan.
Además de jugar con el miedo y los elementos oníricos, el guión, escrito también por Craven, explora otros ámbitos como la poca capacidad de entendimiento de los adultos ante los problemas manifestados por el grupo de adolescentes que padecen a Freddy. Tampoco descuida la desazón de estos muchachos que, en un principio, piensan que están siendo víctimas de algún tipo de posesión.
La principal fuente de terror del film radica en el aterrador pensamiento de que si uno se queda dormido, morirá. Craven sabe explotarlo en una narración firme que no decae, de manera que el espectador siempre sentirá la opresión que soportan los diferentes caracteres.
Pesadilla en Elm Street está considerada como película de culto. Por un lado tenemos la terrorífica idea de que un ser tan maligno como humorísticamente macabro, sea capaz de traspasar la frontera de los sueños; por otro, los clásicos sustos y escenas sangrientas están muy bien filmados, ya que la puesta en escena, la ambientación y la excelente banda sonora de Charles Bernstein generan, por sí mismas, un clima de tensión importante; en el apartado visual, aunque se nota la tecnología ochentera, goza de secuencias tan impactantes como bien elaboradas en sus diferentes crímenes y, como guinda final, supuso el debut en la interpretación de uno de los actores más conocidos en la actualidad: Johnny Depp.
Fue tal su éxito que, al igual que otras producciones de terror de la época como Viernes 13 o Halloween, contó con numerosas secuelas, algunas de ellas bastante dignas (en especial las partes tercera y cuarta) aunque otras, como era de esperar, resultaron horribles.
Su personaje principal, Robert Englund (el lagarto bueno de V) se hizo de oro con el papel, aunque acabó un tanto harto por una razón que convence: nadie le librará de quedar encasillado. Englund no participa en el remake que se estrena estos días, pero de eso ya hablaremos cuando toque.
Todos sabemos que en las pesadillas, uno siempre despierta antes del posible fatal desenlace. Craven utiliza magistralmente este argumento con Freddy Krueger, un ser que persigue y aniquila adolescentes mientras sueñan.
Además de jugar con el miedo y los elementos oníricos, el guión, escrito también por Craven, explora otros ámbitos como la poca capacidad de entendimiento de los adultos ante los problemas manifestados por el grupo de adolescentes que padecen a Freddy. Tampoco descuida la desazón de estos muchachos que, en un principio, piensan que están siendo víctimas de algún tipo de posesión.
La principal fuente de terror del film radica en el aterrador pensamiento de que si uno se queda dormido, morirá. Craven sabe explotarlo en una narración firme que no decae, de manera que el espectador siempre sentirá la opresión que soportan los diferentes caracteres.
Pesadilla en Elm Street está considerada como película de culto. Por un lado tenemos la terrorífica idea de que un ser tan maligno como humorísticamente macabro, sea capaz de traspasar la frontera de los sueños; por otro, los clásicos sustos y escenas sangrientas están muy bien filmados, ya que la puesta en escena, la ambientación y la excelente banda sonora de Charles Bernstein generan, por sí mismas, un clima de tensión importante; en el apartado visual, aunque se nota la tecnología ochentera, goza de secuencias tan impactantes como bien elaboradas en sus diferentes crímenes y, como guinda final, supuso el debut en la interpretación de uno de los actores más conocidos en la actualidad: Johnny Depp.
Fue tal su éxito que, al igual que otras producciones de terror de la época como Viernes 13 o Halloween, contó con numerosas secuelas, algunas de ellas bastante dignas (en especial las partes tercera y cuarta) aunque otras, como era de esperar, resultaron horribles.
Su personaje principal, Robert Englund (el lagarto bueno de V) se hizo de oro con el papel, aunque acabó un tanto harto por una razón que convence: nadie le librará de quedar encasillado. Englund no participa en el remake que se estrena estos días, pero de eso ya hablaremos cuando toque.
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