Desde finales de los 90 hemos podido comprobar una gran evolución en el cine de animación. Pixar irrumpió fuerte en este género con la animación digital y claro, la Dreamworks de Spielberg, que se jacta de ser número uno en efectos especiales, no podía quedar atrás. Así, si Pixar era aclamada por la saga Toy Story o Bichos, Dreamworks se desmelenaba con películas de tono cada vez más adulto, como Hormigaz y la película que nos ocupa: Shrek.
Andrew Adamson (Las crónicas de Narnia) y Vicky Jenson (El espantatiburones) debutaron en la dirección cinematográfica con esta adaptación de un libro de imágenes para niños de William Steig, cuyo argumento podría resumirse de la siguiente manera: el mundo al revés de los cuentos infantiles clásicos.
Lo normal es ver a un intrépido y apuesto príncipe rescatar a la bella dama en apuros acabando con algún tipo de monstruo, sin embargo en Shrek el héroe protagonista es un feo y desaseado ogro, mientras que el infame villano es el sucesor al trono de un reino un tanto peculiar.
Pero el guión es mucho más completo, ya que a la historia central hay que añadir multitud de detalles referenciales, tanto a los cuentos de toda la vida como al cine en general. Así disfrutaremos con parodias sobre La cenicienta, Blancanieves, Pinocho, Dumbo, La bella durmiente o Robin Hood, entre otros, a la vez que sonreiremos al descubrir peleas tipo Matrix, una protagonista muy en la línea de Lady Halcón, viajes en dragón tipo La historia interminable o algún que otro chiste a lo Austin Powers (no en vano su protagonista, Mike Myers, es quien pone la voz a Shrek en el doblaje original).
También aparecen elementos modernos como un castillo al más puro estilo parque temático u otro tipo de actualizaciones en plan Pressing Catch.
Shrek es, por derecho propio, una de las películas más importantes en el cambio de concepción de los dibujos animados. La idea es filmar largometrajes con los que puedan disfrutar tanto los niños como los padres quienes, en definitiva, son los que llevan a los primeros al cine. Mientras los peques disfrutan con la espectacular factura visual repleta de colorido, la pegadiza banda sonora, los hilarantes personajes y ciertas bromas escatológicas, los adultos lo pasarán en grande con los inteligentes e irreverentes diálogos de esta desvergonzada sátira que, además de ironizar con Disney (una de las principales rivales de Dreamworks) destroza de una manera fresca y divertida todos los tópicos de los cuentos con los que la mayoría hemos crecido.
Tuvo tanto éxito que se acaba de estrenar la cuarta secuela. Lamentablemente, aquí sí siguieron el tópico y las entregas fueron reduciendo la calidad de la historia y la capacidad para sorprender. Aún así, hay que dar la enhorabuena a los responsables, ya que estamos ante uno de los grandes clásicos modernos de la animación, que tiene la audacia de resistir varios visionados sin que deje de hacernos gracia.
Andrew Adamson (Las crónicas de Narnia) y Vicky Jenson (El espantatiburones) debutaron en la dirección cinematográfica con esta adaptación de un libro de imágenes para niños de William Steig, cuyo argumento podría resumirse de la siguiente manera: el mundo al revés de los cuentos infantiles clásicos.
Lo normal es ver a un intrépido y apuesto príncipe rescatar a la bella dama en apuros acabando con algún tipo de monstruo, sin embargo en Shrek el héroe protagonista es un feo y desaseado ogro, mientras que el infame villano es el sucesor al trono de un reino un tanto peculiar.
Pero el guión es mucho más completo, ya que a la historia central hay que añadir multitud de detalles referenciales, tanto a los cuentos de toda la vida como al cine en general. Así disfrutaremos con parodias sobre La cenicienta, Blancanieves, Pinocho, Dumbo, La bella durmiente o Robin Hood, entre otros, a la vez que sonreiremos al descubrir peleas tipo Matrix, una protagonista muy en la línea de Lady Halcón, viajes en dragón tipo La historia interminable o algún que otro chiste a lo Austin Powers (no en vano su protagonista, Mike Myers, es quien pone la voz a Shrek en el doblaje original).
También aparecen elementos modernos como un castillo al más puro estilo parque temático u otro tipo de actualizaciones en plan Pressing Catch.
Shrek es, por derecho propio, una de las películas más importantes en el cambio de concepción de los dibujos animados. La idea es filmar largometrajes con los que puedan disfrutar tanto los niños como los padres quienes, en definitiva, son los que llevan a los primeros al cine. Mientras los peques disfrutan con la espectacular factura visual repleta de colorido, la pegadiza banda sonora, los hilarantes personajes y ciertas bromas escatológicas, los adultos lo pasarán en grande con los inteligentes e irreverentes diálogos de esta desvergonzada sátira que, además de ironizar con Disney (una de las principales rivales de Dreamworks) destroza de una manera fresca y divertida todos los tópicos de los cuentos con los que la mayoría hemos crecido.
Tuvo tanto éxito que se acaba de estrenar la cuarta secuela. Lamentablemente, aquí sí siguieron el tópico y las entregas fueron reduciendo la calidad de la historia y la capacidad para sorprender. Aún así, hay que dar la enhorabuena a los responsables, ya que estamos ante uno de los grandes clásicos modernos de la animación, que tiene la audacia de resistir varios visionados sin que deje de hacernos gracia.
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