En 1987, el maestro en el cine de acción, John McTiernan (La jungla de cristal, La caza del Octubre Rojo) deslumbró al gran público con Depredador, una de las mejores películas de ciencia ficción con monstruo como protagonista que jamás se ha hecho, superada únicamente por la gran Alien de Ridley Scott.
Es de obligado cumplimiento hablar de Alien, ya que ambas parecen ir de la mano. Y no es sólo por su argumento similar (un exterminador extraterrestre que va acabando, uno a uno, con un grupo de profesionales) sino por la posterior serie Alien vs Predator, tanto en el mundo de los vídeo-juegos como en el celuloide.
Pero Depredador no es una copia de Alien, ni mucho menos. Hablamos de una película con entidad propia, en la que el suspense y el miedo están muy bien entrelazados con la acción. Un comando militar perfectamente entrenado y preparado, se topará con la horma de su zapato tras haber concluido una misión de inteligencia en plena jungla.
El guión de los hermanos Thomas (Misión a Marte, Decisión crítica) es magistral, dado que juega con muchos frentes, culminando una historia redonda. Por un lado tenemos el aspecto terrorífico y salvaje del relato, que nos muestra un horror primigenio, dado que estamos ante soldados altamente cualificados, unos tipos duros de esos que sueltan chascarrillos humorísticos mientras matan sin cargo de conciencia, que sentirán, por primera vez en su vida, un pánico estremecedor. Por otro el suspense: quién está acabando con ellos, qué es y, lo más importante, cómo matarlo. El hecho de que no nos muestren a este cazador como tal, hasta bien avanzada la película, hace que la intriga funcione muy bien, aunque todavía habría estado mejor si se hubiera suprimido la imagen inicial de una nave aproximándose a la Tierra.
También hay un buen trato del honor, reflejado tanto en el sentimiento por los compañeros caídos de un impecable Bill Duke (Commando, American Gigolo) como por el cambio de actitud del personaje encarnado por Carl Weathers (Rocky, Acción Jackson).
Llegados a este punto hay que mencionar al verdadero protagonista, un Arnold Schwarzenegger que demostró ser mucho más que un musculitos de moda, al dotar a su personaje de carisma y capacidad de liderazgo creíbles. Con ciertas reminiscencias de Conan el Bárbaro (tanto en las frases lapidarias como en la determinación) observaremos a un auténtico héroe, alguien que sabe que huir no es la solución y que, por difícil que parezca la empresa, no cabe otra opción que llevarla a cabo. Arnie deberá hacer acopio de todo su ingenio para tratar de acabar con un ser que parece inmune a todo, en un clímax final de más de diez minutos que, a día de hoy, sigue siendo recordado como uno de los mejores del género.
Por si lo ya comentado no fuera suficiente, tenemos el poderío visual de McTiernan, tanto en el realismo con el que dota a sus espectaculares y míticas secuencias de acción, como por su excelente y brutal puesta en escena, gracias a la cual sentiremos la opresión y densidad de la jungla y sus misterios, destacando también la impresionante fotografía de Donald McAlpine (Moulin Rouge, Lobezno) y la imponente coreografía musical de Alan Silvestri (Regreso al futuro, Abyss).
Se convirtió en film de culto por méritos propios y el “business” entró en escena con las descuidadas y muy inferiores Depredador 2, Alien vs Predator y Alien vs Predator 2. Y por si estas tres no fueran suficiente castigo, estos días se estrena en nuestro país una ridícula tercera parte de título Predators (sólo comparar a Schwarzenegger con el débil y tristón Adrien Brody ya provoca auténticas carcajadas).
Sea como fuere, Depredador marcó época de forma que, a día de hoy, es una película por la que parece no pasar el tiempo. En pocas palabras: una obra maestra.
Es de obligado cumplimiento hablar de Alien, ya que ambas parecen ir de la mano. Y no es sólo por su argumento similar (un exterminador extraterrestre que va acabando, uno a uno, con un grupo de profesionales) sino por la posterior serie Alien vs Predator, tanto en el mundo de los vídeo-juegos como en el celuloide.
Pero Depredador no es una copia de Alien, ni mucho menos. Hablamos de una película con entidad propia, en la que el suspense y el miedo están muy bien entrelazados con la acción. Un comando militar perfectamente entrenado y preparado, se topará con la horma de su zapato tras haber concluido una misión de inteligencia en plena jungla.
El guión de los hermanos Thomas (Misión a Marte, Decisión crítica) es magistral, dado que juega con muchos frentes, culminando una historia redonda. Por un lado tenemos el aspecto terrorífico y salvaje del relato, que nos muestra un horror primigenio, dado que estamos ante soldados altamente cualificados, unos tipos duros de esos que sueltan chascarrillos humorísticos mientras matan sin cargo de conciencia, que sentirán, por primera vez en su vida, un pánico estremecedor. Por otro el suspense: quién está acabando con ellos, qué es y, lo más importante, cómo matarlo. El hecho de que no nos muestren a este cazador como tal, hasta bien avanzada la película, hace que la intriga funcione muy bien, aunque todavía habría estado mejor si se hubiera suprimido la imagen inicial de una nave aproximándose a la Tierra.
También hay un buen trato del honor, reflejado tanto en el sentimiento por los compañeros caídos de un impecable Bill Duke (Commando, American Gigolo) como por el cambio de actitud del personaje encarnado por Carl Weathers (Rocky, Acción Jackson).
Llegados a este punto hay que mencionar al verdadero protagonista, un Arnold Schwarzenegger que demostró ser mucho más que un musculitos de moda, al dotar a su personaje de carisma y capacidad de liderazgo creíbles. Con ciertas reminiscencias de Conan el Bárbaro (tanto en las frases lapidarias como en la determinación) observaremos a un auténtico héroe, alguien que sabe que huir no es la solución y que, por difícil que parezca la empresa, no cabe otra opción que llevarla a cabo. Arnie deberá hacer acopio de todo su ingenio para tratar de acabar con un ser que parece inmune a todo, en un clímax final de más de diez minutos que, a día de hoy, sigue siendo recordado como uno de los mejores del género.
Por si lo ya comentado no fuera suficiente, tenemos el poderío visual de McTiernan, tanto en el realismo con el que dota a sus espectaculares y míticas secuencias de acción, como por su excelente y brutal puesta en escena, gracias a la cual sentiremos la opresión y densidad de la jungla y sus misterios, destacando también la impresionante fotografía de Donald McAlpine (Moulin Rouge, Lobezno) y la imponente coreografía musical de Alan Silvestri (Regreso al futuro, Abyss).
Se convirtió en film de culto por méritos propios y el “business” entró en escena con las descuidadas y muy inferiores Depredador 2, Alien vs Predator y Alien vs Predator 2. Y por si estas tres no fueran suficiente castigo, estos días se estrena en nuestro país una ridícula tercera parte de título Predators (sólo comparar a Schwarzenegger con el débil y tristón Adrien Brody ya provoca auténticas carcajadas).
Sea como fuere, Depredador marcó época de forma que, a día de hoy, es una película por la que parece no pasar el tiempo. En pocas palabras: una obra maestra.
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