viernes, 3 de septiembre de 2010

Karate Kid II: la historia continúa


Valoración: Pasable

Dado el éxito comercial de Karate Kid, el propio John G. Avildsen se encargó de rodar, dos años después, la segunda parte, profundizando en el pasado del señor Miyagi.

El relato se inicia justo donde terminó el primer film, lo cual no supuso un gran coste ya que utilizaron imágenes descartadas en el montaje final de la película de 1984. A partir de ahí la historia da un giro radical, ya que maestro y alumno viajarán a Okinawa, lo que no será, precisamente, un viaje de placer. Miyagi tiene asuntos pendientes desde hace muchos años y tanto él como Daniel verán cómo sus vidas corren serio peligro.

Avildsen no hizo una secuela al uso, sino que trató de ofrecer algo diferente. El escenario es Japón y ahora, Miyagi, no es el salvador, sino un perseguido más. Por su parte, Daniel también se granjeará enemigos y, cómo no, volverá a coquetear con la belleza del lugar, ya que "convenientemente" su novia de la primera parte lo ha dejado por un futbolista. Así que la atractiva Elizabeth Shue se ve sustituida aquí por la exótica Tamlyn Tomita (Four rooms, El día de mañana).

El libreto hace mucho hincapié en el honor, tanto en el combate como en el perdón, así como en el respeto al adversario. Daniel seguirá entrenando, aunque las coreografías de los montajes siguen siendo igual de mediocres, como si el chico no pudiera avanzar.

Aquí los villanos tienen más calado. Danny Kamekona (Este chico es un demonio, Luna de miel para tres) es Sato, un enemigo acérrimo de Miyagi, a quien le profesa odio mortal. El motivo de las hostilidades fue, una vez más, una chica, interpretada por Nobu McCarthy (De repente, un extraño) quien a pesar de su rostro achinado, es canadiense en la vida real.

Pero el film no sería una secuela en toda regla si Daniel no se metiese en líos y no existiese un combate final, al que va abocada toda la película (y vuelven las referencias a Rocky). El rival en esta ocasión es un peligroso discípulo de Sato, encarnado por Yuji Okumoto (Origen, Pearl Harbor) y la lucha ya no será para dilucidar el ganador de un torneo, sino a muerte.

Es interesante ver la evolución de los personajes. Pat Morita da toques románticos a su Miyagi, para mostrar que antes que profesor de karate es un hombre real. Y Ralph Macchio interpreta a un joven menos alocado, alguien que ha crecido en responsabilidad (aunque no en técnica de lucha) más decidido y menos llorica.

A pesar de ser una segunda parte más que digna, perdió gran encanto con respecto a la película original. Independientemente de ello, mantuvo el tipo en taquilla (más de cien millones en Estados Unidos y en España unos tres millones de euros, superando en nuestro país la recaudación del film anterior) lo que devino en una mediocre tercera parte y una casi paródica cuarta. Qué le vamos a hacer, esto es Hollywood.

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