En 2004 James Wan realizó Saw, una magnífica película de terror, llena de originalidad, capaz de mantener el suspense y la sorpresa hasta el último minuto. El film obtuvo un gran éxito por lo que rápidamente se encargó la segunda parte, filmada por Darren Lynn Bousman, que resultó ser de una calidad notablemente inferior. Así pues había cierto temor antes de ver esta tercera parte, pues repite Bousman en la dirección. Pero teniendo en cuenta que la historia es de Wan, la película ha sabido estar a la altura, llegando a conformar lo que en su día pensamos que era una de las mejores trilogías de terror de la historia del cine.
Todo habría quedado muy bien hilvanado si se hubiera quedado en una historia dividida en tres partes, ya que esta tercera parece concebida como el capítulo final. Sin embargo la recaudación volvió a ser sustancial (80 millones de dólares en Estados Unidos) y claro, ¿cómo desperdiciar semejante negocio? Lamentablemente las partes cuarta, quinta y sexta quedaron muy por debajo y aún nos queda una séptima, aprovechando el tirón del 3D. Veremos cómo acaba.
Centrándonos en Saw III, el argumento trata de conjugar lo visto en las dos primeras partes, con un último estudio (así llama Puzzle a sus macabras y sádicas torturas) . Los diferentes caracteres del film experimentarán sentimientos como ira, venganza, culpa e incluso perdón, mientras se debaten entre complicadísimas decisiones de carácter mortal. Pero hay otros dos sentimientos muy por encima de ellos: el miedo atroz que padecerán las víctimas y la mala uva del enfermizo y moralista asesino.
La trama inserta numerosos flash-backs que ayudan a relacionar esta película con las anteriores, en medio de toda una odisea que involucra a dos protagonistas: por un lado un hombre, Angus MacFadyen (Braveheart) tiene la posibilidad de ver cumplida su venganza por su hijo muerto y por otro, una neurocirujana, Bahar Soomekh (24) debe mantener vivo al malvado Jigsaw para así conservar su propia vida. Al final todo encajará perfectamente, como en un rompecabezas y el espectador tendrá por fin conciencia sobre la magnitud de la obra de este psicópata tan particular.
No tiene la frescura del film original, pero sabe mantener la tensión, tanto por los espeluznantes y cada vez más elaborados juegos que se suceden, como por las magníficas interpretaciones de todo el elenco de actores, que confieren a la obra un gran dramatismo.
Si la cosa hubiese quedado ahí, Saw III habría supuesto un gran apoteosis final, no apto para personas sensibles, lleno de momentos de tensión, el giro de tuerca del último tramo muy propio de esta serie y, cómo no, grandes dosis de sangre y vísceras, las cuales aumentan en cada película. Pero la ambición, tan bien retratada durante toda la saga, hizo mella en los responsables del producto, convirtiendo lo original en repetitivo con interminables secuelas. Una pena.
Todo habría quedado muy bien hilvanado si se hubiera quedado en una historia dividida en tres partes, ya que esta tercera parece concebida como el capítulo final. Sin embargo la recaudación volvió a ser sustancial (80 millones de dólares en Estados Unidos) y claro, ¿cómo desperdiciar semejante negocio? Lamentablemente las partes cuarta, quinta y sexta quedaron muy por debajo y aún nos queda una séptima, aprovechando el tirón del 3D. Veremos cómo acaba.
Centrándonos en Saw III, el argumento trata de conjugar lo visto en las dos primeras partes, con un último estudio (así llama Puzzle a sus macabras y sádicas torturas) . Los diferentes caracteres del film experimentarán sentimientos como ira, venganza, culpa e incluso perdón, mientras se debaten entre complicadísimas decisiones de carácter mortal. Pero hay otros dos sentimientos muy por encima de ellos: el miedo atroz que padecerán las víctimas y la mala uva del enfermizo y moralista asesino.
La trama inserta numerosos flash-backs que ayudan a relacionar esta película con las anteriores, en medio de toda una odisea que involucra a dos protagonistas: por un lado un hombre, Angus MacFadyen (Braveheart) tiene la posibilidad de ver cumplida su venganza por su hijo muerto y por otro, una neurocirujana, Bahar Soomekh (24) debe mantener vivo al malvado Jigsaw para así conservar su propia vida. Al final todo encajará perfectamente, como en un rompecabezas y el espectador tendrá por fin conciencia sobre la magnitud de la obra de este psicópata tan particular.
No tiene la frescura del film original, pero sabe mantener la tensión, tanto por los espeluznantes y cada vez más elaborados juegos que se suceden, como por las magníficas interpretaciones de todo el elenco de actores, que confieren a la obra un gran dramatismo.
Si la cosa hubiese quedado ahí, Saw III habría supuesto un gran apoteosis final, no apto para personas sensibles, lleno de momentos de tensión, el giro de tuerca del último tramo muy propio de esta serie y, cómo no, grandes dosis de sangre y vísceras, las cuales aumentan en cada película. Pero la ambición, tan bien retratada durante toda la saga, hizo mella en los responsables del producto, convirtiendo lo original en repetitivo con interminables secuelas. Una pena.
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